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Mostrando entradas de 2016

Mientras esperaba un tren...

   Son las 18:30 en Buenos Aires, es invierno -los huesos dan fe-. El techo de la estación Constitución es un paisaje que no deja de llamar mi atención. Aveces me pregunto si alguien más admirara semejante construcción, que no me jodan, es hermosa. Quién sabe qué misterios recorrerán las alturas y los miles de rincones, qué fantasmas vagaran por allí.    Por lo general, no nos detenemos en detalles, salvo que estemos de turistas por algún rincón del mundo. Entonces nos acordamos de la cámara y del retrato de todas las imágenes posibles, al parecer las retinas no almacenan como antes... "Retinas eran las de antes". Y por alguna razón, sea naturaleza humana o qué sé yo, siempre nos llama más la atención la ciudad ajena.    Muchos descubrimos que vivimos en lugares maravillosos, después de pisar otros suelos. Aprendemos a saber la belleza de nuestra casa. Aprendemos que lo hermoso está más cerca de lo que creíamos.    El tren que me deja en Te...

El zorro, la ardilla y algunos problemas de comunicación

   -Depende, dijo el zorro.  Depende de quién lo juzgue,  de los recursos que tenga. No es igual para una gallina que para una ballena, aunque vivan en el mismo planeta. Frunció el ceño y levantó tres bigotes por sobre la comisura de su labio superior.    -Sí, comprendo, pero la diferencia de herramientas hace muy compleja la cuestión. No hay empatía frente a esas diferencias, explicó la ardilla. Cuando nos sentimos incomprendidos o cuando no comprendemos, nos sentimos atacados. Frustrados. Enojados.  ¿Hay una discusión o una confusión?    -Quizás sea ese, el detalle siniestro. Observó el zorro. Sería como una grieta entre nuestras realidades, una fractura casi imposible de salvar, teniendo en cuenta la cantidad de voluntades que se tendrían que equilibrar para llegar -por fin- a la comunicación.            

Gracias por intentarlo

Fuiste a golpear la puerta equivocada, fuiste creyendo en una oportunidad. Fuiste  con la seguridad del que busca y la timidez del derrotado. Fuiste con tu puño cerrado. Asustado. Fuiste con el envión de las ganas que te estaban faltando. Por suerte, zorro o viejo...te diste cuenta a tiempo, justo antes de la pena. La puerta se abrió, pero no había nada para vos... el lugar que anhelabas ya estaba ocupado. Das las gracias por una pequeña esperanza; das la vuelta y seguís. Son tus propias manos las que cierran la puerta. Sonríe, estás aprendiendo. Ahora caminas en busca de otra oportunidad. Caminas dejando aquella puerta atrás… y si bien, ya te duelen los nudillos de intentar, sabes que nos es destino de vencedores conformarte, menos resignarte. Recuerda que solo es un momento, ya tendrás la fuerza para cerrar lo que aún hiere.  Las ganas de volver a golpear vendrán solas.