Son las 18:30 en Buenos Aires, es invierno -los huesos dan fe-. El techo de la estación Constitución es un paisaje que no deja de llamar mi atención. Aveces me pregunto si alguien más admirara semejante construcción, que no me jodan, es hermosa. Quién sabe qué misterios recorrerán las alturas y los miles de rincones, qué fantasmas vagaran por allí. Por lo general, no nos detenemos en detalles, salvo que estemos de turistas por algún rincón del mundo. Entonces nos acordamos de la cámara y del retrato de todas las imágenes posibles, al parecer las retinas no almacenan como antes... "Retinas eran las de antes". Y por alguna razón, sea naturaleza humana o qué sé yo, siempre nos llama más la atención la ciudad ajena. Muchos descubrimos que vivimos en lugares maravillosos, después de pisar otros suelos. Aprendemos a saber la belleza de nuestra casa. Aprendemos que lo hermoso está más cerca de lo que creíamos. El tren que me deja en Te...