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Una noche en el fin del mundo


   Los zapatos son del personaje, pensó mientras se quitaba el calzado y se echaba a la vera del río a mirar el agua correr. Solo, tranquilo.
    Estaba sentado en el fin del mundo, en ese lugar donde todo se vuelve igual.
    Caminé por la escollera, era  el último pedazo de tierra. Caminé lento, pero sin temor, estaba en el fin del mundo.   
    El ruido del silencio llegó hasta a mí dejándome sordo.
   Mi cuerpo estaba liviano, no traía ningún dolor… solo una inmensa curiosidad. Las aguas que rodeaban la escollera se agitaban sin parar, no alcanzaban grandes alturas pero nunca cesaban de moverse.
   Mis pasos se torcían en el  terreno irregular de la piedra, nunca perdí el equilibrio.
   ¿Qué pasaría después? ¿Qué hay del otro lado?
   A cada paso estaba más cerca de la interpretación.
   Me detuve, algo pasaba; las aguas estaban perturbadas por algo más que las mareas, los vientos y las lunas… La luna brillo sobre el lomo húmedo de algún ser.
   Era una ballena, una ballena más grande que cualquier otra ballena; me quedé un largo rato mirándola. Era realmente hermosa,
   Acepte la belleza y fui feliz.
   Camine hasta el final, camine con la mirada fija en el horizonte… 
   En el fin del mundo había una ventana de madera, parecía colgar de la nada o de un todo imperceptible para mí. Solo tuve que desearlo…  abrí las  hojas de la ventana  y me senté sobre el marco. Mis pies colgaban, mientras los balanceaba de atrás hacia adelante.
   Volteé la cabeza hacia atrás y vi la escollera, vi las aguas y la finitud del mundo. 
   ¿Qué pasaría si salto?
   Solo moví mis pies, los hamaqué de un lado a otro. Creo que no pude pensar en nada. La nada compleja tan desconocida como el fondo del mar, como los sentimientos humanos.

   Esa noche volví al mundo. A la mañana siguiente, solo me eche en el pasto a mirar las aguas del río correr. Solo, tranquilo.

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