-Depende, dijo el zorro. Depende de quién lo
juzgue, de los recursos que tenga. No es igual para una gallina que para una ballena, aunque vivan en el mismo planeta. Frunció el ceño y levantó tres bigotes por sobre la comisura de su labio superior.
-Sí, comprendo, pero la diferencia de herramientas hace muy compleja la cuestión. No hay empatía frente a esas diferencias, explicó la ardilla. Cuando nos sentimos incomprendidos o cuando no comprendemos, nos sentimos atacados. Frustrados. Enojados. ¿Hay una discusión o una confusión?
-Quizás sea ese, el detalle siniestro. Observó el zorro. Sería como una grieta entre nuestras realidades, una fractura casi imposible de salvar, teniendo en cuenta la cantidad de voluntades que se tendrían que equilibrar para llegar -por fin- a la comunicación.
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