En el año 1951 el escritor Julio Cortázar publicó su primer libro de cuentos al que llamó Bestiario. Años más tarde otro escritor -relató en una hermosa crónica- que se encontraba en un hotel de lance en Barranquilla donde dormía por un peso con cincuenta centavos, entre peloteros mal pagados y putas felices; allí Gabriel García Márquez leyó por primera vez Bestiario.
Desde entonces el colombiano quedó fascinado, hechizado por este mago de las palabras. Los años siguieron corriendo y la magia continúo. Fue entonces que, allí por los barrios del conurbano bonaerense, muy cerca de donde alguna vez vivió Cortázar; otro escritor cayó en el encanto.
No conozco en detalle como fue el encuentro entre Bertone y Cortázar; pero sí puedo asegurarles que el resultado de ese cruce no sería en vano. Fue entonces, que de las mismas manos que hicieron de puente entre el escritor, sus deseos, fantasías y sentimientos; llegó hasta mi aquel fruto tierno como recién arrancado del pecho.
El universo conspiró y más allá de la misma muerte, todo comenzó; tal vez sea porque siempre hay algo del otro lado.
Me pregunté entonces si todo esto podía ser una secuencia causal… Ya que, si Cortázar no hubiese sido escritor y no hubiese publicado Bestiario, seguramente García Márquez nunca lo hubiese leído. Si a mi no me gustara tanto leer a García Márquez y a Cortázar; nunca hubiese elegido aquel texto del colombiano sobre el argentino. Si no supiera que a Mauro Bertone le gusta tanto Cortázar; nunca le hubiese obsequiado con tanto cariño la lectura de aquel texto. Y he aquí la magia de la inspiración, he aquí la gloria… aquella fiel y eficiente criada que Pirandello llamó Fantasía, siempre al servicio del escritor.
A Mauro Bertone, gracias…
Desde entonces el colombiano quedó fascinado, hechizado por este mago de las palabras. Los años siguieron corriendo y la magia continúo. Fue entonces que, allí por los barrios del conurbano bonaerense, muy cerca de donde alguna vez vivió Cortázar; otro escritor cayó en el encanto.
No conozco en detalle como fue el encuentro entre Bertone y Cortázar; pero sí puedo asegurarles que el resultado de ese cruce no sería en vano. Fue entonces, que de las mismas manos que hicieron de puente entre el escritor, sus deseos, fantasías y sentimientos; llegó hasta mi aquel fruto tierno como recién arrancado del pecho.
El universo conspiró y más allá de la misma muerte, todo comenzó; tal vez sea porque siempre hay algo del otro lado.
Me pregunté entonces si todo esto podía ser una secuencia causal… Ya que, si Cortázar no hubiese sido escritor y no hubiese publicado Bestiario, seguramente García Márquez nunca lo hubiese leído. Si a mi no me gustara tanto leer a García Márquez y a Cortázar; nunca hubiese elegido aquel texto del colombiano sobre el argentino. Si no supiera que a Mauro Bertone le gusta tanto Cortázar; nunca le hubiese obsequiado con tanto cariño la lectura de aquel texto. Y he aquí la magia de la inspiración, he aquí la gloria… aquella fiel y eficiente criada que Pirandello llamó Fantasía, siempre al servicio del escritor.
A Mauro Bertone, gracias…
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